Cierro los ojos y me dispongo a adentrarme
en la profundidad de mi ser.
Cobijada por un negro plumaje,
siento cómo caigo inexorablemente en el vacío.
Es entonces cuando me reconozco como Hija del Cuervo,
despertándose en mí el don de reconocer la Luz
que habita, incluso, en la más densa oscuridad.
© Amaya de la Hoz
"Hija de Morrigan", pintura al óleo sobre una rodaja de madera de fresno.
"Corazón de Magia" y "Dador de Luz". Miniaturas pintadas al óleo sobre madera.