ILUSTRACIONES DE AMAYA DE LA HOZ

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10 abr 2018

Druidas y Druidesas

Estas últimas semanas, he estado inmersa en dos pinturas cuya inspiración me ha venido de los druidas.
Estos personajes, siempre envueltos en un halo de misterio e imaginados, normalmente, como una especie de magos o hechiceros que hacían pócimas mágicas (gracias, sobre todo, al famoso personaje Panoramix de los cómics "Astérix y Obélix"), tienen sus orígenes en la Europa central de época celta.
Con la base de sus creencias en el alma inmortal y en la reencarnación,  su religión hundía sus raíces en la naturaleza, que consideraban divina. Los claros del bosque eran sus templos, y los árboles y ríos sus divinidades.  De entre esos árboles, el roble era el más venerado por los celtas; su planta parasitaria, el muérdago, tenía para ellos gran importancia tanto por su simbolismo mágico como por sus propiedades medicinales. Recogerlo era un acto sagrado, y había toda un ritual que cumplir. Con la luna en el sexto día de su fase creciente, los druidas, ataviados con blancas túnicas, recogían el idolatrado arbusto con una hoz de oro y lo depositaban en carros tirados por bueyes blancos, para después repartirlo entre la población como símbolo de protección y suerte.


"Muérdago". 
Óleo sobre madera de álamo, adornado con pan de oro.
©Amaya de la Hoz



Buscaban las cuevas para sus ceremonias, pues representaban el útero de Gaia, la Madre Tierra. También activaban y marcaban las zonas telúricas mediante piedras (pues se sabe que son puntos donde la energía se concentra). No cuesta imaginar que, para sus reuniones, aprovechasen megalitos  como los conservados en Stonehenge y tantos otros lugares; pero estos famosos dólmenes y menhires, tan asociados siempre a los ritos druídicos, fueron erigidos, en realidad, en épocas muy anteriores. 

Ser druida estaba al alcance de cualquiera... cualquiera que estuviese dispuesto, claro está, a dedicar su vida a ello. Era necesario pasar por una iniciación que simbolizaba un nuevo "nacimiento". Ahí se marcaba el punto de inicio  a una formación de, al menos, veinte años de estudios transmitidos de manera oral en el más estricto secretismo. Se apoyaban, para ello, en el recurso nemotécnico de convertir aquello que tenían que memorizar en poemas y canciones. Estos sacerdotes se transformaban, así, en grandes sabios que estudiaban los astros, conocían la magia de los números y las matemáticas, practicaban la alquimia y también una filosofía  basada en la importancia de las relaciones armoniosas entre los hombres. Su calendario estaba basado en el doble recorrido del sol y la luna, y se iniciaba el 1 de noviembre: una fecha crucial (marcada por su fiesta Samhain) porque se producía el paso de la época de oscuridad a la época de luz, siendo también el día en que el velo entre el mundo desconocido y el mundo visible se hacía más tenue. Al igual que los chamanes, los druidas eran los encargados de ser los intermediarios entre estos dos mundos; se decía que tenían la habilidad de transformarse en determinados animales y practicar la adivinación y la curación. Y, por supuesto, también preparaban "pócimas" que hacían que, tras beberlas, sus guerreros fueran brutales en la batalla, pues dejaban de sentir el dolor y el miedo al entrar en un estado alterado de conciencia.
Tales habilidades, como no es difícil suponer, les hicieron ser figuras vitales de su sociedad,  tanto en la religión como en la política. Pero todo tiene un fin, hasta los mágicos druidas: la creciente influencia romana les hizo ir perdiendo su poder, fueron perseguidos y desaparecieron de todas partes excepto de Irlanda, donde la conquista no se produjo y pudieron sobrevivir (bajo la sombra del cristianismo) hasta el siglo XII. Curiosa e irónicamente, lo poco que sabemos de ellos es, precisamente, gracias a los  escritos dejados por el emperador romano Julio César.


"La Druidesa".
Óleo sobre rodaja de madera, adornado con pan de oro.
©Amaya de la Hoz


Con mi hoz de oro, rasgo el velo entre dos mundos. 
Soy la guardiana del Saber más antiguo, 
la que habla el lenguaje de árboles y arroyos, 
aquélla que conoce los misterios escondidos en la piedra. 
Mi corazón late al mismo ritmo que el de la madre Tierra. 
Cierra tus ojos y abre tu alma, te cantaré los secretos de las estrellas. 
Soy la Druidesa

Pero, ¿de verdad desaparecieron todos los druidas? No. Estas dos bellas druidesas con sus hoces de oro  han logrado perdurar en el tiempo y recoger todo el saber y magia de sus ancestros, hasta hoy. Dónde continuarán sus prácticas es, aún, un misterio. De momento, y hasta que encuentren su emplazamiento definitivo, podéis encontrarlas en mi tienda SecretaShop.



Nota: todo esto que os he contado es un resumen a partir de varias lecturas y programas de radio que hablaban sobre el tema. No soy ninguna experta así que, si algo de lo que he escrito es erróneo, espero que sepáis perdonarlo. Mi intención era sólo enmarcar un poco el contexto de mis dos últimos pinturas. Aunque, si además he conseguido aportar algo de luz sobre un tema tan fascinante como éste, me doy por más que satisfecha!

8 feb 2018

Diosa de la Naturaleza


Hace unos poco días, entre el 1 y el 2 de febrero, se celebró la fiesta pagana del Imbolc. Es el momento en que la luz regresa tras meses de oscuridad; el momento en que las semillas comienzan a abrirse paso entre la fría tierra del invierno. 

Con motivo de ese resurgir de la vida, decidí que era el momento de dar a conocer a mi "Diosa de la Naturaleza". Enseguida me dí cuenta de que esta imagen inauguraría un nuevo proyecto para mi tienda, algo que llevaba posponiendo mucho tiempo y para lo que siempre encontraba excusas. Ahora, por fin, se ha materializado: todo aquel que esté interesado en llevar a su casa la luz de Imbolc, puede ya hacerlo en forma de lámina. Pronto vendrán más, prometido! :)





La pintura original, que nació inspirada en una bella mujer que vive rodeada de flores y plantas, está realizada al óleo sobre madera. 










9 may 2017

Llegada de los animales nocturnos


Óleo sobre rodaja de madera.
 © Amaya de la Hoz

Existen muchas cosas en la vida que damos por hecho, aunque jamás hayamos sido testigos de cómo suceden, o no conozcamos su explicación "científica".  De vez en cuando, pensando en algo aparentemente banal, me descubro imaginando una explicación alternativa, pero siempre vista desde una perspectiva mucho más mágica (la semilla de la que nacen mitos y leyendas). Si no habéis probado a hacerlo nunca, os recomiendo que lo hagáis. Volved a ser niños, cuando todo lo que os rodeaba era un misterio y preguntabais constantemente el por qué a vuestros padres. Pero, esta vez, intentad buscar vosotros mismos la respuesta, con una mente limpia de los datos y prejuicios del saber. Creo adivinar que os sorprenderán vuestras ideas. 

"Llegada de los animales nocturnos" es el resultado de uno de mis ensueños. Imaginaos en medio de los campos, cuando la luz del sol ya es sólo un atisbo en el horizonte y todo lo que nos rodea adquiere por unos momentos un aire de irrealidad. El manto de hojas que hace sólo un instante nos servía de alfombra, adquiere vida y va surgiendo la forma de una diosa de la noche, un puente que une los mundos de la noche y el día por el que cruzan hacia este lado los misteriosos animales nocturnos. 
¿No sería bonito que de verdad ocurriera así? 
Y, en el fondo,... ¿quién sabe? ;)



6 feb 2017

"Ella camina con la Luna"

Ella camina con la Luna. 
Oscura, vacía. 
Ella camina con la Luna. 
Luminosa, plena. 
Ella camina en un ciclo eterno de Luz y Oscuridad. 
Ella camina la Vida.


Óleo sobre contrachapado.

Mientras realizaba esta pintura, llegó la SuperLuna del 14 de noviembre. Me pareció simbólico, así que quise aprovechar este momento y esa noche abrí las cortinas para que la pálida luz de la noche bañara mi óleo. Quiero pensar que algo de esa magia dejó huella en mi pequeña obra, porque cuando la contemplo me parece percibir cómo emana  de ella cierta luminosidad especial... 


SúperLuna fotografiada desde mi ventana.