Entonces la vi.
Una extraña mujer de ojos oscuros y profundos que se anclaron en los míos con la fuerza feroz de unas garras en su presa. Estaba sentada en el hueco de un árbol robusto y muy anciano cuyas intrincadas raíces formaban un pozo natural en cuyas aguas se reflejaba la luna llena, mágica y misteriosa. Dos lechuzas acudieron a recibirme, posándose en las ramas para convertirse en testigos de aquello que había de suceder, como habían hecho, quizás, miles de vidas antes. Ella hizo un gesto con su mano, invitándome a mirar en esas extrañas aguas. Fue entonces cuando mi mente se abrió como nunca antes lo había hecho. Y supe todo aquello que estaba destinada a conocer. El misterio de la Vida.
- Pintura original al óleo sobre madera-
© Amaya de la Hoz
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